martes, 13 de mayo de 2014

CAP 2.- UTILIZAR TODAS LAS FUERZAS PARA SOBREVIVIR.

9 de Abril de 2325
-.1.-
            “Lo que hace a un guerrero valeroso no es la victoria, es volver de nuevo a la batalla”. La inscripción estaba esculpida bajo una estatua de metal de medio metro en el centro de la sala, un guerrero de otro tiempo con una protección redonda para el brazo y un arma arcaica parecida a un cuchillo, pero muy largo, en la otra mano. Permanecía en actitud desafiante ante algo que quedaba fuera de escena... Muñeco no sabía qué era, qué representaba, pero le gustaba. Estaba sentado con los pies sobre la mesa metálica, arañando con sus largas uñas plateadas la superficie bruñida, esperando...

            La puerta de la sala se abrió, y un viento sucio se coló dentro, haciendo volar varios papeles por el suelo. Adaris, ceñida y cubierta de cuero, entró rápidamente:

-Han vuelto.- dijo en un susurro mientras elaboraba una especie de danza en su camino hacia la mesa. La chica le caía bien... probablemente porque no estaba muy bien de la cabeza.

-”Bien, Adaris, eres una buena chica”

            La menuda muchacha se acerco con su danza a Muñeco, y de pronto saltó y se sentó en el suelo, recostándose sobre las piernas de él, embutidas en botas altas llenas de correajes y cierres metálicos. Era demasiado rápida para él, siempre le sobresaltaban sus movimientos... incluso le había asustado un poco su rápido salto... pero eso también le gustaba de ella: su cercanía, su atrevimiento, su confianza y... el peligro intrínseco de no saber nunca a ciencia cierta qué podía hacer.

            Claro, y luego estaba el hecho de que no le tenía miedo.

            Una nueva ráfaga de aire y polvo entró desde el exterior, y con ella dos nuevos personajes en la sala: vacilantes, abrigados, sucios de polvo hasta arriba y... temerosos. No se veía nada de sus cuerpos, cubiertos como estaban con ropajes de viaje, gafas de visión, respiradores... aunque ya no los necesitaban, Muñeco sabía muy bien por qué se presentaban así ante él.

            Muñeco miró a Adaris.

-Informad- dijo Adaris, poniéndose en pié de un salto, y mirando a los recién llegados mientras paseaba alrededor de la mesa.

-Se... señor... hemos vuelto esta mañana... no, este mediodía...- tartamudeó uno de ellos, el más joven, el más inexperto... había sido incluido en la expedición solo por su fuerza, por su temeridad, por darles a ambos más posibilidades de volver vivos e informar. Porque mantendría vivo a su padre.

-Señor, llevamos tres días en el Sustento, y no hemos visto nada...

            Muñeco los miraba nervioso. “Nada” no era una palabra que le gustase demasiado... mientras miraba a los dos hombrecillos, algo oscuro empezó a subirle desde la espalda hasta la nuca, se adueñó de su mente, le entró por detrás de las orejas, lo sentía en el cuero cabelludo... tuvo un espasmo de nauseas, miró a Adaris, que de pronto se agazapó apoyando una mano en el suelo, y la otra en su cadera y...

-...nada, ¡salvo esto!- terminó el anciano, sacando algo de su macuto mugriento.

            La negrura se disipó, Adaris se puso en pie, miró alrededor y sonrió pasándose la lengua por los labios. Empezó a ejercitar sus brazos con otra especie de baile extraño.

-“Buena jugada, anciano”

            Muñeco extendió la mano, y el anciano se acercó lentamente. Cojeaba y estaba visiblemente fatigado, pero había algo más en su comportamiento.

-Descúbrete- dijo Adaris, y el viejo se quitó la capucha, el respirador y las gafas sucias de polvo. Su cara estaba surcada de grietas, seca y cuarteada aun con la protección. Miraba al suelo con unos ojos vacíos y desprovistos de toda emoción.

            Muñeco se levantó y cogió el objeto que el otro tenía en su mano enguantada. Pero Muñeco no le hizo caso al objeto... sino al hombre. Se le puso delante deliberadamente, agachó un poco la cabeza, forzando al otro a mirarle. El viejo levantó la vista poco a poco...

            El joven, que había permanecido en todo momento detrás, inmóvil y callado, se puso tenso. Cambió el peso de pierna, abrió los brazos como para empezar a decir algo, pero Adaris lo miró con un ademán decisivo, y el joven volvió a mirar al suelo.

            ...el viejo levantó la vista, la boca le temblaba, miró a Muñeco... y mantuvo su mirada durante un segundo. Luego bajó de nuevo la vista y se postró con mucha dificultad, en silencio, hasta poner los codos en el suelo. Muñeco permaneció impasible ante él... y luego sencillamente perdió interés. Se dio la vuelta y se marchó...

-Gracias, señor- murmuró el joven ayudando a su padre a levantarse, mientras Muñeco se alejaba rápidamente de ellos. Le daban asco, sus voces arrastradas siempre diciendo lo que sabía que iban a decir... pero le eran útiles. Y sobre todo esta vez. Por una vez, nadie iba a ser castigado.

            Muñeco pasó a otra sala, más oscura, llena de cristal y metal, su laboratorio privado, y solo allí se permitió mirar el objeto que tenía en la mano. Una placa metálica, redonda, grande como la palma de una mano, con un símbolo de una estrella plateada cruzada por un halo inacabado. Los símbolos “Z-3 Ex” estaban grabados en su centro...

...era muy bonita.

lunes, 12 de mayo de 2014

CAP 1.- SUPERAR EL PÁNICO Y EL MIEDO (6 continuación)

Maldito mutante leementes” me repetía una y otra vez mientras deambulaba por los pasillos del reducto subterráneo. Me había dejado engañar por él, me había cazado con su asquerosa capacidad de mutante. Ni siquiera lo había sentido, ni siquiera recordaba nada. “Hijo de puta, hijo de puta...” Había puesto en peligro a toda mi comunidad, a mis hermanos y hermanas... pero la Tormenta estaba sobre nosotros, y nadie iba a salir de allí en varios días. Tenía tiempo para reparar mi error.

            Las cosas suelen pasar en el peor momento... pero me perdí por aquellos canales malolientes y atestados de porquería. Ahora no había nadie que nos guiara, ni que nos instara a continuar desde más adelante. En algún momento cogí el túnel equivocado, y terminé descendiendo a una sala enorme llena de maquinaria vieja y destartalada, viejos motores o acumuladores, no lo sé muy bien. Mientras buscaba desesperado el camino de vuelta no pude evitar pensar que todo ese material era por sí solo un pequeño filón para el 107. En mis anotaciones mentales este lugar sería uno más entre mis objetivos de saqueo para futuras expediciones...

            ...cuando acabara de hacer lo que tenía que hacer. Nada iba a impedirme meterle a Voz Suave una descarga a máxima potencia de la Defender en la entrepierna. O casi nada...

            Cuando ascendía de nuevo desde la sala de maquinaria a los túneles principales la desvencijada escalera por la que había bajado se desprendió de pronto, y tanto la escalera como yo dimos contra la plataforma metálica de abajo. En el suelo, después de relajarme, me palpé: tenía las costillas y una pierna magulladas, pero nada roto. Maldiciendo recogí las cosas, intenté poner la escalera en su sitio: demasiado pesada para mí. Quizá con Tres... Sí, con Tres lo conseguiría. Lo llamé...

            Mi voz retumbó en el techo metálico, en las paredes cubiertas de mugre, en las esquinas llenas de telarañas parduzcas... la maquinaria de la sala produjo un eco vibrante con mi voz, como un estertor tardío después de tanto tiempo muerta. Tres no iba a escucharme ni en un millón de años.

            Pero otro sonido se instaló en las tuberías del techo, en las esquinas de la parte superior de la sala:

Sileeeeeeeencio rurett, sileeeencio” -Voz Suave estaba cerca, no sabía precisar muy bien donde- “¿Donde ibas con tanta prisa?

            Me agaché, saqué la Defender, me parapeté tras la escalera caída.
Estás en mi casa. Guarda sileeeeeencio... eres un rurett listo” -la voz viajaba por el techo, no podía precisar dónde estaba el mutante... y empecé a tener la incómoda sensación de que no estaba allí, de que no estaba cerca.
Vas a quedarte aquí bastante tiempo” -la voz sonreía, se burlaba de mí...

            Voz Suave no estaba allí, probablemente solo quería mantenerme entretenido, quieto, mientras trazaba algún plan o hacía algo. Tomé una rápida decisión. Volví a bajar a la parte baja de la sala de maquinaría, y busqué en todo el contorno de la sala. Encontré un corredor angosto con una gruesa maraña de cables en una esquina y comencé a recorrerlo. Quieto en aquella sala escuchando a mi enemigo no iba a conseguir nada.

            Pero, no sé como, si en mi cabeza, si gracias a una extraña capacidad, la voz vino conmigo:

Corre ratón, busca. Quizá encuentres algo que no deseas encontrar” -y después se reía.

            El mareo volvió, la culpa y el remordimiento. Se mezclaban con la certeza de que iba a morir en aquel agujero infecto, a manos de un loco perturbado o de sus alimañas bestiales. Gruñí como un animal, maldije a gritos “hijodeputahijodeputaaaa” y el eco se burló una vez más de mí.

            El corredor giraba una y otra vez en las entrañas de la tierra. Me tropezaba con las paredes, mareado y dolorido. Después de bajar una escalera me encontré metido en líquido fétido hasta la cintura... después hasta el pecho... después hasta casi el cuello. Pero la salida del corredor, una escalera que ascendía, se dibujaba al final del haz de luz de mi frontal. Con la Defender sobre mi cabeza, haciendo grandes esfuerzos, luché contra el pringoso aceite que inundaba el final del corredor.

-Vaaaaaamos, hijas, vamoooooooooos.- la asquerosa voz del mutante cantaba... casi alcanzaba a oírla. No, no estaba lejos. Parecía provenir del final de la escalera que tenía delante. Arriba, a la izquierda, bastante arriba... pero era real.

            Perdí pie y me hundí. Mi equipo se esparció por el pringoso aceite del fondo, solo con la Defender aun agarrada en las manos, braceé los últimos metros hasta la escalera, conseguí orientarme hacia arriba, agarré algo que se hundía y ¡¡lo solté rápidamente al notar que se movía!! “Voy a morir aquí

            Más por la poca distancia que me separaba de la escalera que por otra cosa, conseguí poner el pie en el primer peldaño, e impulsarme saliendo del fango maloliente. Me agarré con los antebrazos y saqué el cuerpo del líquido. Lo primero que oí fue una risa insana, de mi enemigo, que seguía burlándose de mí.

-Vaaaamos pequeñas mías, vamooooooos.- le hablaba a las criaturas, a sus alimañas mutadas. Se las llevaba... se iban. Pero ¿como? ¿por dónde?

            Busqué frenéticamente en el fondo de la mochila, el frontal había muerto, y yo estaba a un paso de conseguir alcanzar a ese loco, y sin poder ver absolutamente nada. Un cargador, un recipiente de raciones... casi todo había quedado hundido en el maldito líquido. La mochila con la máscara de visión, la esfera que nos había dado Voz Suave... todo había quedado en la habitación circular en la que esperaba Tres. “¡estúpido, estúpido!

-Vaaaaaaamos, vamos vamooooos.- la voz se alejaba, y ahora se oían también una algarabía de roces, de gruñidos, de bufidos y mordiscos... la comitiva de la muerte partía. Pasaron a una treintena de metros, hacia la derecha, y en un nivel algo superior creí adivinar.

-¡¡¡¡HIJO DE PUTAAAAA!!!!- grité con todas mis fuerzas, irguiéndome. “¡Ahora! Muere para proteger a los tuyos”. Alcancé a ver la luz verdácea que el gigantón llevaba en la mano, minúscula en la distancia, fantasmagórica en la oscuridad... el silencio se hizo en la comitiva de la muerte, en la miríada de bestias que -seguro- había entre mi enemigo y yo. La luz se extinguió y todo permaneció en silencio varios segundos.¿Esperaban una orden? Mi respiración rabiosa y la fría determinación de acabar con todo era lo único de lo que era consciente ahora.


-Curioso, terhin, apareces por los rincones, como una de mis hijas.- estaba frente a mí, pero no podía verle, no podía andar, no veía nada. La batalla estaba perdida mucho antes de comenzar... y él lo sabía. -Pero eres un magro bocado para ellas, tú y ese malnacido blanco. Son miles y vosotros solo dos. No sabes lo que me duele tener que comerme a mis hijas, tener que alimentarlas con sus propias hermanas. No sabes nada.


            La luz volvió a encenderse, levanté la Defender y solté la descarga... nada, no pasó nada. Todo se había conjurado contra mí.

-¡¡AAWWRRGH!!- gritó el mutante, como un animal grotesco, y la comitiva volvió a ponerse en marcha. ESA si era su verdadera voz, para eso se había ideado aquella mutación en su garganta, esa voz arrastrada y grotesca. Corrí tras ellos, pero tropecé varias veces con objetos ocultos, con escollos de desechos, con cuerpos muertos, y por fin, caí una última vez fracturándome las costillas. Me rendí a lo evidente: estaba vencido.

-¡¡MÁTAME!! ¡Mátame al menos!- le grité a la oscuridad, a las bestias que me ignoraban, a la espalda de mi enemigo.

-No, terhin, no.- se iba, estaba lejos... ya casi no le oía, su voz sepultada por la distancia y la miríada de bestias que iban con él -Volveremos a vernos.

-¿Cómo? ¿Dónde? ¡Eres un hijo de puta! ¡DÓNDE!

-¿Dónde?-  se rió, tosió... se paró una vez más y lo imaginé mirándome a través de la oscuridad que nos separaba.

            Su respuesta me destrozó por dentro.

-En mi nuevo hogar... tu Refugio 107.