jueves, 13 de febrero de 2014

Diario del Buscador 2



5 de Abril de 2325
  
          Después de dos días vagabundeando por parajes desolados, repletos de ruinas y restos inservibles, por fin tenía un objetivo a la vista. Una estación de recarga eléctrica. No sé muy bien cómo funcionaban estos centros, por lo visto servían para abastecer de combustible los “coches”... sea como sea, ahora son un lugar interesante: contienen bobinas de cable y suficientes repuestos para el aerogenerador del refugio que merece la pena arriesgarse.

            El lugar permanece desierto y silencioso, aunque varias huellas de neobestias en el barro seco de la entrada me disuadan de continuar adelante. Aun así, hace poco de la última Tormenta, y dudo que los depredadores continúen por la zona. La puerta hace tiempo que desapareció, igual que los ventanales y mobiliario exterior. Una gruesa capa de polvo gris cubre todo el suelo y los restos desvencijados de un antiguo mostrador metálico. Me extraña que no lo hayan usado como contrafuerte todavía. Los Señores del Asfalto suelen matar por tales cosas.

            Veinte minutos más tarde, después de encontrar y forzar (fácilmente) la escotilla de bajada al sótano, me afano con una de las bobinas de cable. Hay más material del que creía, así que debo tapar mis rastros para poder volver otro día.

            Las cosas en situaciones así suelen suceder sin previo aviso. Un sonido brusco, amortiguado, como un fardo pesado, en algún lugar sobre mí... todo mi cuerpo se tensa, y permanezco inmóvil a la espera de un nuevo sonido que me diga quién se aproxima... nada. Con movimientos lentos, con el sudor corriendo por mi frente, inicio el ascenso de nuevo hasta la escotilla abierta. La muerte puede estar a tan solo diez metros de mí, y yo no saberlo todavía.

            Pasan otros dos minutos, no me decido a moverme, y cuando lo haga puede que deba ser rápido... mentalmente repaso todas mis opciones, y saco poco a poco la ballesta; por ahora, prefiero el sigilo. Subo a cámara lenta los peldaños para no hacer ruido y de nuevo repaso mis opciones... no tengo demasiadas. Lo que sea que hay arriba ha cogido al ratón en la ratonera. Al asomar el ojo derecho siguiendo el puntero de la ballesta recibo mi segunda sorpresa: a dos metros de mí, tumbado en el suelo, hay un muchacho...

...inconsciente...

...con bata blanca.

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