5 de Abril de
2325
Después
de dos días vagabundeando por parajes desolados, repletos de ruinas y restos
inservibles, por fin tenía un objetivo a la vista. Una estación de recarga
eléctrica. No sé muy bien cómo funcionaban estos centros, por lo visto servían
para abastecer de combustible los “coches”... sea como sea, ahora son un lugar
interesante: contienen bobinas de cable y suficientes repuestos para el
aerogenerador del refugio que merece la pena arriesgarse.
El
lugar permanece desierto y silencioso, aunque varias huellas de neobestias en
el barro seco de la entrada me disuadan de continuar adelante. Aun así, hace
poco de la última Tormenta, y dudo que los depredadores continúen por la zona.
La puerta hace tiempo que desapareció, igual que los ventanales y mobiliario
exterior. Una gruesa capa de polvo gris cubre todo el suelo y los restos
desvencijados de un antiguo mostrador metálico. Me extraña que no lo hayan
usado como contrafuerte todavía. Los Señores del Asfalto suelen matar por tales
cosas.
Veinte
minutos más tarde, después de encontrar y forzar (fácilmente) la escotilla de
bajada al sótano, me afano con una de las bobinas de cable. Hay más material
del que creía, así que debo tapar mis rastros para poder volver otro día.
Las
cosas en situaciones así suelen suceder sin previo aviso. Un sonido brusco, amortiguado,
como un fardo pesado, en algún lugar sobre mí... todo mi cuerpo se tensa, y
permanezco inmóvil a la espera de un nuevo sonido que me diga quién se
aproxima... nada. Con movimientos lentos, con el sudor corriendo por mi frente,
inicio el ascenso de nuevo hasta la escotilla abierta. La muerte puede estar a
tan solo diez metros de mí, y yo no saberlo todavía.
Pasan
otros dos minutos, no me decido a moverme, y cuando lo haga puede que deba ser
rápido... mentalmente repaso todas mis opciones, y saco poco a poco la
ballesta; por ahora, prefiero el sigilo. Subo a cámara lenta los peldaños para
no hacer ruido y de nuevo repaso mis opciones... no tengo demasiadas. Lo que
sea que hay arriba ha cogido al ratón en la ratonera. Al asomar el ojo derecho
siguiendo el puntero de la ballesta recibo mi segunda sorpresa: a dos metros de
mí, tumbado en el suelo, hay un muchacho...
...inconsciente...
...con bata blanca.
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