jueves, 27 de febrero de 2014

CAP 1.- SUPERAR EL PÁNICO Y EL MIEDO (6)



-.6.-

Tengo los ojos abiertos...


            Una larga carretera se extiende hacia adelante... la recorremos a bordo de una caravana. Mi padre y mi madre me miran desde la parte delantera, mientras yo, un niño, juego en la parte trasera con mi perro... Mi perro... Lo miro y recuerdo su nombre: Ceres. Da vueltas y vueltas intentando coger una cuerda con varios nudos que yo le tiro una y otra vez.


            Delante de nuestra caravana, una larga comitiva de muchos otros vehículos, algunos de ellos grandes y pardos con las siglas U.E.N. También hay camiones cubiertos, grandes y pesados, con las ruedas tan altas como un hombre, que me gustan y me intrigan.


-¿Qué llevan esos, papá?

-Esos llevan todo el equipo, además de comida y bebida.- responde mi padre sin quitar los ojos de la carretera. Tiene barba y el gesto muy serio.


            Mi madre le toca un brazo, y él ladea la cabeza.


-También llevan juguetes.- dice ella, y yo abro unos ojos como platos.

-¿Juguetes? ¿En serio? ¿Y cuándo nos los darán?

-Cuando lleguemos, hay que ser paciente y bueno.

-Vaaaaya, juguetes... ¿Y dónde vamos?

-Lejos, muy lejos.- dice de nuevo mi padre. De la mejilla de mi madre se descuelga una lágrima... no me doy cuenta hasta ese momento que está llorando...


                        Cierro los ojos y la imagen se va. Sé que esas personas fueron mi padre y mi madre... lo siento así. Pero no los “recuerdo”. Simplemente tengo esas visiones de vez en cuando, en cualquier momento, vienen a mi cabeza sin más.


            -Hijo, ven a comer- dice mi madre desde el porche de una casa...


            Agito la cabeza con fuerza. La imagen se va. Cada vez son más frecuentes desde que me desperté.


            Mi despertar... otra cosa más para la lista de “averiguar cuando sea posible”. El primer recuerdo que tengo es del Buscador mirándome extrañado, hace un día y medio. Antes de eso hay algo, pero muy difuso, muy borroso, un deambular caótico y desesperado, objetos cayendo, puertas abriéndose, un montón de caídas al suelo, sed y hambre, y un sabor raro en la boca, en la nariz, en los ojos... No sé de dónde vengo, pero tengo la impresión y casi la certeza de que no quiero volver.


-Tengo que contarte algo. –mi madre sujeta mi cara entre sus manos...

-¡¡Ehhh, vamos!!- lo volví a llamar y por fin el muchacho levantó la vista. Estaba sudoroso y visiblemente extrañado, pero seguía sin presionarle cuando estaba en ese estado. Tendría sus propios demonios interiores; sin duda, no era momento para eso. 

–Tienes que espabilarte, tenemos que salir de aquí.

            Había pasado bastante tiempo desde que el gigante descendiera a dar de comer a sus bestias. Ahora volvía a subir, nauseabundo y lleno de porquería... para cuando volvió a meterse en su tienda, nosotros estábamos en la entrada de la sala, muy poco dispuestos a compartir con él nada, y se dio cuenta.

-Haced lo que queráis, pero piénsalo, terhin, no eres tonto... años aquí abajo, años. Ahora ya no puedo irme. –nos miró desde lo alto de la pasarela, envuelto en sus ropajes ahora sucios y raídos. Parecía un fantasma de los cuentos de “Después del Fin” que de pequeños oíamos de los Padres. –Hago lo que hago porque tengo que hacerlo: es mi único medio de vida. Haced lo que queráis. –dijo por último, dándose la vuelta, con la tétrica luz en la mano, de vuelta a la tienda.


            Con la luz que me había dado, Tres y yo volvimos no sin cierta dificultad a la sala circular. No me atreví a explorar ninguno de los ramales que partían del túnel principal, menos después del espectáculo que habíamos presenciado abajo. Permanecimos alejados de los cadáveres que se apilaban junto a la puerta...


-Bueno, hemos sobrevivido, y ese tío de ahí parece haberse relajado un poco. –le dije a Tres para tranquilizarlo. –No podemos subir de nuevo por la galería: la Tormenta debe estar ahora en todo su apogeo, y durará al menos un par de días. Tenemos que aguantar aquí, o explorar los túneles...

-¡No pienso hacer eso!

-Veremos lo que pasa con nuestro anfitrión, tenemos que vigilarlo, no podemos confiar en él todavía y menos después de lo que hemos visto.


            Tenía mis armas, tenía el frontal y nosotros éramos dos. En caso de que las cosas se pusieran feas, no me iba a coger desprevenido otra vez. Había cometido una gran torpeza en nuestro primer encuentro, pero no se volvería a repetir... aunque había una cosa que no me gustaba lo más mínimo.


-Tres, cuando el gigante nos dijo en esta sala que nos estuviésemos quietos... ¿qué pasó? De pronto me dolía la cabeza y tenía la boca seca.


            Tres parecía desconcertado, no recordaba bien, pero de pronto cayó en la cuenta, se separó un poco de mí, y me miró de reojo.


-¿Cuando te preguntó por todas esas cosas?

-¿Qué cosas? De pronto dijo que no corríamos peligro... pero había ocurrido algo...

-Espera, espera, no, no fue así. Estuvisteis hablando... –no podía creerlo –largo rato, y yo permanecía callado todo el tiempo. De hecho, no entendí por qué le contabas tantas cosas.

-¿Que le conté qué? ¡¡Yo no abrí la boca!! –me sentía mareado, no creía lo que decía Tres, no podía ser.

-Sí, te hablaba muy rápido, y tú contestabas ¿Cómo es posible que no te acuerdes?


            Me senté en el suelo, me miré las manos, me tapé los ojos... seguía mareado.


-¿Qué le conté?

-Déjame un momento... le dijiste dónde está el Refugio 107, cuántos sois, cuántas armas tenéis, quiénes son los Padres y si habéis tenido trato con mutantes.


            El mareo iba a peor, tuve que tumbarme en el suelo. Tuve la sensación de que estaba al borde de un precipicio, de que ya había hecho algo que no tenía que haber hecho, y no podía remediarlo...


            ...o sí podía remediarlo. Aun mareado me levanté del suelo, encendí el frontal, las calaveras de los muertos sonreían.


-Quédate aquí, Tres, volveré en un momento.


            Me dirigí de nuevo al túnel, se estaba formando una determinación en mis manos, que aferraban la Defender con fuerza. Apreté los dientes: iba a dejarle claro a ese tipo algunas cosas.


-¡Espera! –Tres casi había gritado –Hay algo más que le dijiste. Puso mucho énfasis en enterarse de eso.

-¿Qué?

-Cómo y por dónde entrabas al 107.

Destripando el juego 1.- Buscadores (1)

La primera entrada sobre el juego. La cosa va calentando motores a un ritmo impresionante. En nada estamos en el aire, pero antes queda mucho que hablar sobre el juego, del que podéis preguntar lo que queráis para ir confeccionando las siguientes entradas.

Os dejo con una imagen de un Buscador del juego, en este caso, la Exploradora:
Aquí vemos que tiene todo su Deterioro y toda su Vida, que ha almacenado 15 Piezas de Trueque, además de poder ver su habilidad especial -muy útil para evitar efectos de fichas chungas de Hallazgo o Pobladores- y sus valores de Combate, Agilidad y capacidad para llevar Víveres.

Unos turnos más tarde...
A la Exploradora no le termina de ir mal con el Trueque, ya que ha ganado algunas piezas más llegando a las 23, pero ha perdido dos contadores de Vida y tres de Deterioro. Si no tiene más cuidado, puede llegar a entrar en Moribundo... para evitarlo, podría marcar Sigilo, aunque así cuenta con menos acciones para el turno...

(Os recuerdo que esto son imágenes del prototipo)

Espero que os haya gustado este avance, no os perdáis los siguientes y, recordad, preguntad lo que queráis. :D

Un saludo desde el borde del Yermo.

jueves, 20 de febrero de 2014

CAP 1.- SUPERAR EL PÁNICO Y EL MIEDO (5)



-.5.-

            Nuestro anfitrión llegó al borde de la sala circular y, antes de meterse por un corredor angosto, carraspeó y... encendió una tenue luz, que sin embargo en la oscuridad reinante bastaba y sobraba para iluminar a diez metros al menos. La dejó en el suelo, antes de desaparecer fugazmente por el corredor. Acerté a ver ropajes pardos y grises...

-Ahora seguidme.- graznó con un ladrido áspero.
-¿Dónde vamos?- mientras me levantaba para seguirlo, guardé el frontal en una de las mochilas pues, al parecer, las reglas de iluminación eran muy estrictas allí.
-Podéis usar esto para iluminar el camino. Yo... no lo necesito.- dijo “VozSuave” por toda respuesta a cierta distancia ya.

            Tres y yo nos apresuramos a llegar a la entrada del corredor, agarré la luz, que no era más que una esfera pálida con un agarre metálico. Estaba caliente al tacto y despedía una luz verdosa tenue, algo fluctuante. Le daba a la escena un ambiente algo espectral que no necesitaba para nada, pues al volvernos vimos como decenas de cráneos de vacías cuencas y bocas abiertas miraban en nuestra dirección.

-Vamos, vamos- se dejó oír el graznido de nuestro anfitrión ya en la lejanía. Para ir cojo, andaba bastante rápido.
-Extraño personaje tenemos aquí. No sé aun si hemos tenido buena o mala suerte, pero al menos estamos vivos.

             Tres me miró tragando saliva, se pasó la lengua por los labios y la mano por los ojos. No se le veía precisamente tranquilo.

-No lo contraríes, parece tener un humor de perros: dudo que esté muy bien de la cabeza.- le dije mientras emprendía el camino.
-Tranquilo, eso ya lo he deducido yo solito.

___________
            Diez minutos más tarde seguíamos todavía al extraño, que de vez en cuando hablaba desde la oscuridad. Nos instaba a seguirlo, a correr más, a tener cuidado y a no romper nada. Esto último no lo entendí, ya que había más bien poco que se pudiera romper. Cruzábamos un túnel con un entramado de cables en el techo, algunas tuberías en un lado y con muchísimos cambios de nivel. Dejamos atrás otros corredores parecidos que se abrían a la oscuridad a uno y otro lado. Ignoro dónde conducían pero había un buen número de ellos. Diversos objetos habían sido dejados por allí sin ningún miramiento: varias latas de combustible gastadas, un cuenco enorme de cerámica, roto y descolorido, varios rollos de cable amontonados y medio pelados, un cubo enorme, varios faldones enormes oscuros en un rincón... parecía el almacén de lo inútil.

-Vamos, por aquí.- gritaba desde el fondo el extraño morador de aquél reducto.

            Al cabo de otros cinco minutos, llegamos a una sala circular con tres niveles, habiendo entrado nosotros por el intermedio. Una escalera metálica la circundaba y permitía el acceso a las tres pasarelas. En la superior había una habitación hecha por cortinajes blanquecinos, sobre una plataforma metálica que no existía en los otros dos niveles. La atmósfera era pesada y olía asquerosamente mal, si bien en todo el complejo de túneles no es que el aire fuese muy distinto; aunque lo prefería al picor de garganta y la inflamación de las mucosas que provocaba la Tormenta.

-Subid, subid.

            Cuando lo hicimos, descubrimos que dentro de la tienda, bastante amplia y por lo visto llena de cachivaches, había otra luz igual encendida, que arrojaba sombras y dibujaba difusamente todo lo que había en el interior. No había entrada alguna a la tienda, al menos no que se viera.

-Podéis sentaros donde queráis.

            Tres y yo de nuevo nos sentamos en el suelo y al fin me relajé un tanto, aunque presentía que el tema principal no había sido tocado todavía. Demasiado fácil, demasiado amable... “VozSuave” ocultaba algo.

            Allí sentado, en silencio, esperando a que se dijese algo, comencé a escuchar un ruido general que venía de la parte de abajo. Lo había tenido en la periferia de la percepción desde que entramos en la sala, pero ahora en silencio es cuando lo percibí claramente: en el piso de abajo se movía algo, había sonidos indeterminados por toda la parte baja de la sala, aquí, allí, por todas partes. De todas formas, estaba a diez metros bajo nuestros pies.

            Años allí solo... no lo pude imaginar. Observando la tenue sombra que se movía por la amplia tienda, comprobé que tenía razón en mis figuraciones anteriores: el tipo tenía los brazos largos y gruesos, y parecía estar cubierto por pesados ropajes. Con todo, se adivinaba su gran envergadura y si se ponía de pie, ya que andaba bastante encorvado, yo podría llegarle por el hombro.

-Donde lo he dejado...- murmuró, y sonó como un arrastrar de piedras.
-Amigo, ¿puedo preguntar cómo te llamas?
-Puedes preguntar lo que quieras, terhin, tantas veces como quieras. Probablemente un día no muy lejano estarás muerto, tus huesos blanqueándose al sol, tirado en cualquier parte de la sucia superficie.


Mientras hablaba, VozSuave revolvía diversos cacharros, destapaba algunos fardos y roía restos de comida que encontraba. Se movía con nerviosismo, rápidamente, y los sonidos de masticación y la misma respiración no eran nada agradables. Más parecía un animal que un hombre, seguro que gracias a los años de soledad que aseguraba llevar allí.

-¿Por qué lo dices?-en todo momento hablaba yo con el extraño. Tres respiraba ahora rápidamente, y miraba al suelo alrededor suyo... parecía haber escuchado el ruido de abajo.
-Porque vas a seguir tu camino, vas a irte en cuanto averigües como hacerlo, a tu bonito refugio lleno de vida y amigos. Y te matarán, los Vahuat o la propia Tormenta. Y a él también.

            ¡Al fin! Vahuat era una palabra que conocía. Desde el principio había detectado que el individuo empleaba algunas palabras raras, y eso me tenía desconcertado. Lo mejor cuando hablas con un desconocido es saber de dónde proviene, o a qué grupo pertenece. Eso te puede dar cierta ventaja o al menos una pista de qué puede querer de ti.


            A través de la Red 200 llegó hace meses un comunicado del este, proveniente del refugio 140 en adelante -una de las zonas que mejor conservaban los canales de comunicación- en el que se mencionaban los movimientos de un nuevo grupo hacia nuestra zona: los Nómadas los llamaban. Era una banda del yermo, si bien no demasiado agresiva. Tenían una jerga peculiar, heredada de años de vagabundeo. Al parecer sobrevivían en el exterior ocultándose en las profundidades cuando la Tormenta llegaba, o directamente escapaban de la zona a otros lugares más apacibles... si quedaba algo apacible en el exterior. Se decía que tenían mutaciones. Lo recordé en parte.
            Decidí seguirle el juego. Además quería averiguar varias cosas del lugar.

-¿Y por qué no vienes con nosotros? El refugio 107 no queda muy lejos de aquí, conozco el camino...
-¡¡SIIIiii!! Veo que lo conoces muy bien- la silueta de la tienda se volvió hacia nosotros, con la cabeza hundida entre los hombros. Se irguió, dejó de buscar, era muy alto... se acercó a la pared de lona.- ¿Por qué nunca bajaste aquí, o alguno de los tuyos? ¿Por qué ahora, y nunca en todos estos años? ¿Sabías que aquí había una galería? Te irás, y no me llevarás contigo, los muertos no llevan a nadie.
-Puedo hacerlo, puedo llevarte conmigo, subiremos por el mismo lugar...
-¡No, terhin! Y no hay más que hablar. ¡Ahhh! Aquí está.

            Un brazo liado en harapos, del ancho de una pierna de Tres, salió por un pliegue de la tienda y arrojó un objeto cerca de nosotros. Eran un par de binoculares enormes que se ajustaban a la cara como una máscara, todo un tesoro de los Días Oscuros. Me quedé impresionado por el hallazgo.

-Cógelo, te será más útil a ti.- el gigante parecía un poco amargado ahora, no se movía y se había agachado o puesto en cuclillas, no sabría decirlo.

            Permanecimos los tres en silencio durante un minuto. Cogí el aparato y lo guardé en la mochila, dando las gracias quedamente. La verdad que el amigo era toda una caja de sorpresas.

-Antes mencionaste que no estabas solo...
-Ah... sí, es cierto en parte.
-¿Escuchas eso? –me susurró Tres de pronto acercándose un poco. El ruido estaba aumentando desde hacía un minuto, los arañazos, un rozar metálico, un restregar incesante...

            Tres y yo mirábamos a través de la plataforma metálica, que tenía huecos y partes de rejilla, hacia la oscuridad de abajo, pero no se podía advertir nada en absoluto desde allí. No pude evitar imaginarme, gracias al sonido, que un montón de bestias nos miraban agazapadas en la oscuridad.

            De pronto el gigantón salió de la tienda. Llevaba un brillo verdáceo en la mano y no me había fallado nada el cálculo: era enorme. Estaba por completo liado en harapos pardos y grises, anudados en algunos sitios con correajes de cuero. En la cara, la única parte visible eran sus ojos, y llevaba una máscara de visión parecida a la que yo había guardado en la mochila. Tres luces verdes brillaban débilmente en su frente. Ahora llevaba un grueso bastón coronado por una punta metálica larguísima.

            Nos observó de pie, cerrando de nuevo el pliegue de entrada a la tienda, mientras nosotros nos levantábamos un tanto sobresaltados. Recogí todas mis cosas del suelo.

-Quedaos aquí, es más seguro. Están acostumbradas a mí.

            Tres y yo tragamos saliva a la vez, mientras el gigantón bajaba la escalinata metálica ayudándose del bastón. Me fijé que llevaba una bolsa colgada de la espalda de la que asomaban algunos restos sanguinolentos. Este detalle me produjo un escalofrío, y me esforcé en identificar algún detalle, aunque me fue imposible.

            Nos quedamos en la oscuridad, ya que la única luz ahora era la suya, aunque inmóviles tras el parapeto como nos encontrábamos, no la necesitábamos. Es más, yo estaba más tranquilo así.

            Cuando el gigantón terminó de descender al piso de abajo saltó con algo de esfuerzo el último tramo, que distaba del suelo más de medio metro. 

            Al caer, la luz reveló lo que moraba en el fondo de la sala: cientos, miles de ratas enormes, colonias y colonias enteras de roedores sobrealimentados o muy desarrollados, algunas del tamaño de un perro mediano. Se le subían por las piernas, entraban en la bolsa, desperdigaban su contenido, saltaban, se mordían, arañaban y bufaban con acritud. Prácticamente el hombre desapareció bajo el peso de las ratas, pero aún se veían sus brazos, que repartían el contenido de su bolsa por todos sitios, para que todas sus mascotas pudieran comer. Me fijé que había no pocos ejemplares que eran mucho mayores, con deformidades extrañas, extremidades de más o formaciones óseas de lo más raro...

            ...a éstas, el desconocido parecía tenerles un especial cariño: se le acercaban, se rozaban contra él, le mordían, y él las cogía, las miraba como midiendo algo, las soltaba de nuevo, y continuaba con su vagabundeo entre el mar de ratas y bestias.

            Encendí la luz, miré a Tres, que tenía ambas manos en la boca:

-Tenemos que salir de aquí.

martes, 18 de febrero de 2014

CAP 1.- SUPERAR EL PÁNICO Y EL MIEDO (4)



-.4.-

                        La silueta, negro sobre negro, levemente más oscura que el entorno, se movió ligeramente, deslizándose hacia el marco de una puerta, donde estaba más a cubierto, pero yo ya la había detectado. De reojo, sin apuntar la luz hacia la zona, la seguí. Un leve tinte verdoso salía de la habitación donde se encontraba, muy tenue, quizá de un panel de mandos, quizá un solo diodo; suficiente para delatar al extraño. Más caí en la cuenta de que, fuese quien fuese, estaba rodeado de cadáveres, lo que me hacía pensar en que no había una comunidad allí. Al menos no una muy fuerte. Y segundo, nos había salvado. Había escuchado golpes en la puerta, débiles seguramente, y había decidido abrir.

            Escuchando en el silencio que ahora gobernaba de nuevo el lugar sentí el zumbido monótono y grave de un aerogenerador, que sin duda era el que surtía de energía la instalación.

            Tres tuvo una reacción inesperada: se fue agazapando hasta quedarse en cuclillas junto a una silla. Lo he visto otra veces, es pánico atenazador y sincero, del que no te deja moverte, ni hablar, ni casi respirar. Estaba asustado porque temía a la muerte, a la muerte de repente y sin avisar... no se le podía reprochar, quizá era lo más sensato. Yo había visto la silueta, y sin tener en cuenta al muchacho, simplemente le había anunciado que no estábamos solos: ¿qué esperaba? No tenía preparación, no había visto al extraño... el fallo había sido mío, y no suyo. Ahora el extraño probablemente intuiría que sabíamos que estaba allí, por la reacción de Tres.

             Yo mismo tenía miedo, pero me había visto en algunas situaciones difíciles y algo en la nuca y en el latido del corazón en la sien me decía que si no había sucedido algo ya, lo más probable es que no corriésemos peligro inmediato. Así que me decidí a hablarle:

-Te he visto.

            La frase quedó colgada en el aire. Parecía que viajase por el espacio que nos separaba, hasta que llegó a la silueta. Se quedó más inmóvil si cabe. Cinco segundos... entonces la respuesta: una guía láser atravesó el mismo espacio, y se posó por un momento en mi pecho. Luego se apagó de nuevo. El latido de mi corazón se aceleró y casi podía escuchar el de Tres, que seguía aterrado.

-Yo también te he visto.- fue la respuesta, y no me gustó.

            La voz era rasposa, como si tuviese una vieja herida en la garganta o hablase a través de un aparato. Tampoco me gustó.

-¿Vas a matarnos?- Tres habló súbitamente.
-Tranquilo, cachorro. Si quisiera mataros no habría abierto la puerta, ¿aret?
-Qué quieres de nosotros- no quería que Tres hablase más, así que volví a hablar. Me interpuse un poco entre ellos dos.
-Por ahora vamos a dejar las cosas claras: sentaos en el suelo, no hagáis movimientos bruscos, y no os pasará nada. Solo quiero hablar. YO seré el que pregunte y vosotros contestáis. No quiero que os pase nada, al menos si no lo merecéis antes, ¿de acuerdo?
-De acuerdo- respondí lentamente. Al menos no estábamos en manos de un loco, aunque eso no podía asegurarlo todavía.

            Tres y yo nos sentamos en el suelo, en el centro del espacio que había entre varias sillas, donde mismo estábamos. La habitación del extraño estaba medio metro por encima de nuestra posición, y claramente dominaba la zona mejor que nosotros.

-Lo primero que quiero, terhin, es que apagues esa luz y la dejes en el suelo frente a ti.
-¿Por qué iba a hacer eso?
-Porque sabes lo que te conviene, y porque tienes que demostrarme que puedo confiar en ti.- la voz era arrastrada, como si hablase a través de una tubería. No me gustaba nada, pero al menos cuidaba las formas civilizadas. -Y porque, digamos, no me gusta NADA la luz. Aquí no hay demasiada, como puedes ver.

            Lo pensé unos segundos, y le hice caso, dejando lentamente el frontal frente a mí.

-Bien. Ahora dime: ¿qué hacéis aquí?
-Nos sorprendió la Tormenta.- hablaba yo en todo momento. O Tres había captado mi intención o no tenía nada que decir.
-Claro, cómo no he caído, estabais dando un paseo, visteis la Tormenta, y habéis venido a parar aquí, a mi bonita morada ¡¡donde hace más tiempo del que puedo recordar que no pisa alma humana!! -se fue calentando mientras hablaba, y dijo las últimas palabras gritando.

            Cuando los ecos se acallaron, se movió, se puso en pie y pude comprobar, si no me engañaba la vista, que era muy alto, y bastante robusto. Seguía siendo solo una silueta difusa.

-Amigo, tranquilízate, te estoy diciendo la verdad. Soy de un refugio, busco restos en el yermo, y estaba volviendo cuando...
-¡¡Estoy, soy, busco!!- me interrumpió, gritando de nuevo -¿En qué parte, “amigo”, incluyes al cachorro? ¿Te lo encontraste en el túnel, viniendo hacia aquí?

            Lo había juzgado mal en todo momento. No era ningún tonto y no iba a dejarse engañar. Y además, no parecía tener demasiada paciencia.

-Iba a eso ahora. Estaba volviendo cuando lo encontré inconsciente. Él ha hecho que me retrase, y por eso me ha cogido la Tormenta.- Tres me miró. Parecía sorprendido de mi sinceridad, aunque no había pretendido culparlo de nada.

            La silueta titubeó. Se movió a ambos lados, balanceándose. Parecía murmurar, casi se podían escuchar sus pensamientos desde donde estábamos. Me lo imaginé queriendo vernos mejor por su movimiento. Pensé en sacar poco a poco la Defender, pero no era el momento. De nuevo caí en mi torpeza, entrar en el lugar sin empuñar un arma. Aunque bien pensado, podría haber sido nuestra perdición.

-Te creo. Además, ese parece haber salido de una cuba de gestación. Ahora permaneced ahí un momento...
-...no corréis peligro.

            Las últimas tres palabras las escuché en otro lugar. ¿Se había estado moviendo y yo no me había dado cuenta? No lo entendí, pero el hijo de puta estaba a quince metros de la habitación. Me dolía de pronto la cabeza, y tenía la boca seca. Se dejaban oír sus pasos, uno de ellos arrastrado y pesado. Me quiso parecer en la oscuridad que sus brazos eran muy largos, pero no tenía modo de asegurarlo.

-¿Estás solo aquí?- aunque mi corazón galopaba en mi pecho por los últimos descubrimientos sobre nuestro “compañero”, me aventuré a preguntarlo.

            Los pasos dejaron de oírse. Casi pude verlo volviendo la cabeza. Su voz, ahora un susurro lastimero, estaba rota y rajada en mil pedazos.

-¿Sólo? No, terhin... no del todo.